Una taza de té con un panecillo ~

La aldea del sonido tenía una magia particular a esas horas de la madrugada. Yo había pasado las últimas horas vagando sin rumbo, disfrutando de la frescura del aire y del silencio interrumpido solo por el lejano murmullo de la vida nocturna. Mis pasos me llevaron a un pequeño establecimiento iluminado con una luz más brillante que las velas, lo que le daba un atractivo especial en medio de la penumbra.

Al entrar, noté a una mujer con un abanico de tela dorada con flores en color vino, sentada en una mesa cerca del ventanal. Sus ojos rojizos observaban el exterior con una mezcla de curiosidad y distracción. Me acerqué al mostrador y pedí una taza de café negro. Mientras esperaba, no pude evitar mirarla de reojo. Había algo en ella que me resultaba familiar, aunque no podía precisar qué era.

Con mi café en mano, me acerqué a su mesa con una sonrisa amable.

- Disculpa, ¿te importa si me siento aquí? Los otros asientos están ocupados. - mentí - En realidad solamente quiero sentarme contigo Bai. - y me acomode en la silla a un lado de ella mirando hacía la calle igual que ella.

99Bai se recostó ligeramente en su silla, permitiéndose un momento de descanso mientras esperaba su té de matcha con menta y las galletas de pasta seca. El sonido suave de la música de fondo, mezclado con el murmullo de los clientes, creaba una atmósfera relajante que le ayudaba a desconectar de sus pensamientos. Observaba el vaivén de personas a través del ventanal, cada uno inmerso en su propio mundo, con historias y preocupaciones que Bai solo podía imaginar. La ciudad subterránea, con su perpetua penumbra, tenía una forma única de moldear a sus habitantes, y Bai no era una excepción.

Un suave tintineo de porcelana la sacó de su ensimismamiento. El hombre que la había recibido colocó una taza humeante y un plato con galletas frente a ella, su mirada era amable pero reservada, como si entendiera la necesidad de Bai de mantenerse en su propio espacio.

→Gracias.← murmuró Bai, esbozando una leve sonrisa antes de volver a sumergirse en sus pensamientos. Tomó la taza entre sus manos, sintiendo el calor agradable que emanaba de ella. El primer sorbo de té le trajo una sensación de frescura, mezclada con la suavidad de la menta. Las galletas, crujientes y dulces, complementaban perfectamente la bebida.

La voz masculina la saco de su trance, Bai levantó la mirada y se encontró con el rubio que pedía sentarse en su mesa diciendo una mentira muy obvia, pues no había nadie más en el pequeño establecimiento, pero Bai no se podía negar por una sola razón él era su líder, a quién le juro lealtad. →No hace falta que me pidas permiso, Kasugano sama. Adelante. ← mencionó en tono tranquilo aunque sin nada de emoción en su voz.

Tome la taza de porcelana blanca con mi mano y sople ligeramente al vapor que expedía la taza de café, mire de reojo a Bai quien permanecía en silencio, estaba tan perdida en sus pensamientos que no notaba si quiera que la miraba, volví a tomar un buen sorbo de mi café que estaba amargo, suspire y volví a dirigir la mirada hacía el ventanal donde cada vez era menos la gente que se miraba pasar.

-¿En que piensas, Bai?- le pregunte con curiosidad y con ganas también de romper el silencio que reinaba, se oía de fondo un poco de música con tintes muy tranquilos que te permiten reflexionar en ese momento.

Me gire más de frente hacía ella y la mire directamente - ¿Cómo vas de...? Ya sabes, ¿cómo vas? ¿Hay algo que se haya vuelto más fresco en tu memoria? - pregunte, todos sabiamos que Bai tenia una historia complicada y que a veces eso la hacía distante de los demás.

Con sus largos dedos tomo una de sus galletas, Bai le dio un ligero mordisco, notaba que Kasugano estaba mirándole, pero no quería darle importancia, desde que había despertado y regresado al Sonido había muchas preguntas en su cabeza, no podía entender quién había sido y que había hecho. Bai suspiro tan inaudible que seguramente podría pasar como un movimiento natural de haber mordido la galleta. A pesar de la música suave del establecimiento podía escuchar como pasaba el café por la garganta del otokage. Bai no se sentía incomoda con él, por el contrario se sentía a gusto de tenerlo cerca.

Le miró por el rabillo del ojo → En realidad tengo muchas piezas en mi cabeza, me siento como si fuera un rompecabezas que no puedo armar. Al principio me desesperaba bastante no entender nada, sin embargo, estar aquí en el Sonido me da al menos tranquilidad. ← respondió con ligereza en lo que se encogía de hombros. → Sigo sin entender nada, pero al menos con tranquilidad, creo que si mi memoria esta sellada es por que así se debe quedar, que importa cual fue mi nombre, mis padres, lo único que se es que ahora soy Bai Qian. ← Bai volteo a mirarlo con una sonrisa a la vez que guiñaba su ojo derecho.

Bai volvió la mirada hacia frente y tomo la cálida taza entre sus manos para beber un poco de su fresco té. Se volvió a quedar en silencio, porque no sabía que podía más decir.

Observé cómo Bai tomaba una galleta con sus largos dedos y le daba un ligero mordisco. Me di cuenta de que notaba mi mirada, pero parecía no darle importancia. Desde su regreso al Sonido, había tantas preguntas en su mente. Era evidente que estaba tratando de entender quién había sido y qué había hecho antes. Su suspiro apenas audible pasó desapercibido para cualquiera menos para mí. Bai no parecía incómoda conmigo, lo cual me alegraba. De hecho, se notaba que se sentía a gusto teniéndome cerca.

La escuché con atención, notando la ligereza con la que se encogía de hombros. Me miró con una sonrisa y me guiñó el ojo derecho. Le devolví la sonrisa y asentí lentamente. - Entiendo cómo te sientes, Bai. A veces, las respuestas que buscamos no son tan importantes como creemos. Lo que realmente importa es quién eres ahora y cómo decides vivir tu vida a partir de este momento. Estar en paz contigo misma es un gran primer paso.-
Mientras ella volvía la mirada hacia el frente y tomaba su taza de té, quedándose en silencio, me incliné un poco hacia adelante, intentando ofrecerle mi apoyo de la mejor manera posible.

- Siempre estaré aquí para ayudarte a encontrar las respuestas que buscas, pero también para recordarte que no estás sola en este camino. Si alguna vez necesitas hablar o simplemente compañía, sabes que puedes contar conmigo.- le puse la mano sobre el hombro, dos segundos y volví a la misma posición de antes, estar con Bai, al menos a mi me daba tranquilidad.

Una suave melodía sonaba en el lugar que albergaba uno o dos cliente además de ellos, Bai se apoyo con sus codos en la mesa mientras que sus manos abrazaban su taza de té de porcelana blanca, ya su vapor no era tan fuerte. Miraba de reojo a Zander quién le había dedicado unas palabras que no le costaba trabajo entender, pero que hacían doler su pecho, como si recuerdos que no debía olvidar ahora ni si quiera existían. Bai guardo silencio un momento antes de separar sus labios de la taza y girar su cabeza para verlo de frente, le dedico una sutil y suave sonrisa.

→ Eres una buena persona, te agradezco tanto tu apoyo. Seguiré adelante, si me detengo el tiempo solamente seguirá yéndose y aun así no encontrare ninguna respuesta. ← le comento con tranquilidad, termino Bai dejando la taza sobre la mesa, estaba cómoda, pero no se sentía bien cuando la gente traspasaba su barrera y la tocaba. Sostuvo su mirada sobre los ojos azules de Zander y luego miro su mano sobre su hombro, se quedo un momento en silencio.

Suspiro, Bai sintió que fue eterno cuando en realidad la mano de Zander solo estuvo uno o dos segundos sobre ella. → Yo sé Kasugano sama, eres una buena persona y te agradezco que quieras ayudarme y ...← Le mencionó con tranquilidad y antes de que pudiera continuar hablando metió su mano entre sus negros y largos cabellos bajando su mano derecha a su cuello donde esta la marca de orochimaru, un sello que todos los miembros especiales del Sonido llevan. De la nada había palpitado su sello y provocado un dolor, que se extendió hasta la coronilla de su cabeza.

Ella creía que había un sello en su memoria, un sello que nadie podía encontrar que a veces interactuaba de una mala manera con su sello y eso provocaba esos dolores, Bai termino por encogerse en su silla intentando no emitir ni un solo sonido.